ARMANDO TEJADA GOMEZ: PROFETA EN SU TIERRA

24.02.2014 11:06

Armando Tejada Gómez: profeta en su tierra

Hoy se cumplen veinte años de la partida física del poeta mendocino más celebrado fuera (y dentro) de nuestras fronteras. El presente de su legado y el recuerdo de su hija Paula. Por qué se lo sigue extrañando como el primer día.

Por Juan Villalba - Especial para Cultura Los Andes

El poeta Carlos Levy no le gusta hablar de homenaje: “Los muertos no los necesitan. En todo caso, no es un muerto sinMEZo un fantasma que ronda festivales y memorias. Y lo evocaremos, justo en el día en que se cumple un aniversario de su cambio de estadio”.

Lo cierto es que sus versos perviven en peñas, guitarreadas y juntadas, regadas por el vino mendocino, entre sonidos de risas y de cuerdas de guitarra, rasgueadas con precisión o así nomás.

Hoy, Levy dirá presente en el recordatorio de don Armando, a exactos veinte años de su fallecimiento. También estarán en la Feria del Libro (Centro Cultural Le Parc) Paula Tejada, una de sus hijas, y la voz de Tonio Contreras. Prometen desgranar un rico anecdotario de vivencias y situaciones desconocidas para el gran público.

“Para mí, indudablemente, Tejada Gómez es, todavía, uno de los más grandes exponentes de la poesía mendocina, más allá de lo que yo pueda compartir del espíritu o el estilo del Cancionero, al que no pertenecí nunca”, aclara Levy, para luego referirse a las derivaciones de la obra del autor de “Canción con todos”.

“Hay un antes y un después de Armando. Las escuelas que ha dejado su poesía son innumerables. Primero, por la ética que transmite, y también porque está llena de criaturas vivas. No es una poesía celeste, sino terriblemente humana, conmovedora, y no inútilmente dramática. Es una alegre manifestación de vivir, aunque a veces pareciera todo lo contrario”.

“Hay centenares de poetas influidos por su obra, tanto en la forma como en los contenidos; de hecho, esto se percibe en todo el folclore que vino después del Cancionero”. La observación es precisa: desde la primera reunión de Armando con sus compañeros de ruta (en la casa de Luzuriaga) la canción popular argentina ya no sería la misma.

Los herederos

“Hay un cambio en la actitud de la gente cuando se enteran que soy hija de Tejada. Es una reacción muy positiva, de emoción; supongo que es la que tendrían si tuvieran a mi papá cerca. Como no existe esa posibilidad, yo soy lo más cercano: recibo importantes muestras de cariño y consideración que en realidad van dirigidas a él”.

Paula Tejada es profesora de Folclore, especialista en patrimonio cultural: enseña historia de las danzas y también comparte su saber sobre producción de espectáculos tradicionales, incluyendo, claro, las fiestas vendimiales.

Su experiencia con Armando fue inmediata, e intransferible. Cuando a mediados de los sesenta él y su familia se trasladaron a Buenos Aires para impulsar el Cancionero junto a Oscar Matus, Mercedes Sosa y Tito Francia, la quinta adquirida en Guernica, bautizada “La Cancionera”, fue epicentro de reuniones fraternas de las cuales formó parte con mirada de niña.

“A casa venía, por ejemplo, Orlando Pardo; en la sobremesa sacaba unas telas y nos pintaba retratos. Yo lo vivía con la naturalidad con la que uno experimenta la única realidad que conoce, que es la propia. Que Carlos Alonso dejara dibujitos en mi cuaderno de escuela o que tocara la guitarra Francia o Matus o que cantara la Negra era lo habitual, como la amistad con Hamlet Lima Quintana, la familia Sobisch, el Negro Heredia o Teresa Parodi. Yo creo que ni ellos se daban cuenta de quienes eran”.

“Después de muerto mi papá me di cuenta cabalmente que estar ahí había sido un privilegio enorme. Creo que este vínculo que tuvimos con este tipo de gente, de tan enorme corazón, tan propenso a la solidaridad, tan generoso con sus conocimientos, más allá de su gran talento, es lo mejor de la herencia que nos dejó Tejada”.

Negrito de la Media Luna

“Es honra de los hombres proteger lo que crece, / cuidar que no haya infancia dispersa por las calles, / evitar que naufrague su corazón de barco, / su increíble aventura de pan y chocolate, / transitar sus países de bandidos y tesoros / poniéndole una estrella en el sitio del hambre, / de otro modo es inútil ensayar en la tierra / la alegría y el canto, / de otro modo es absurdo / porque de nada vale si hay un niño en la calle” (“Hay un niño en la calle”, de “Antología de Juan”, 1958).

En aquella casi legendaria zona del distrito Pedro Molina, en Guaymallén, Armando vivió una niñez penosa, en el seno de una familia muy numerosa, de padres sacrificados y muy trabajadores. ¿Cómo transmitió esto a sus propios hijos?

“Era muy orgulloso de su origen, de su infancia en la Media Luna –cuenta Paula–. Al que lo quería escuchar, le aclaraba muy prontamente de dónde venía, tanto desde lo económico como desde lo geográfico”.

“Su papá era tropero y estaba ausente muchísimo tiempo. Cuando volvía al hogar y podía verlo, desde su mirada de pequeño era realmente portentoso. Y cuando murió, Armando era tan chico (tenía cuatro años) que mantuvo una imagen gigante. También hubo una importante idealización de la madre, a quien amó muy profundamente. Creo que la ausencia tan temprana del papá hizo que se fortaleciera su vínculo con ella, al igual que con algunos de sus hermanos”.

“Padre tropero, / vuelvo buscando / la huella de tu huella / bajo los soles del año, / detrás de qué galope / tu sombra se fue apagando...”, le dedicaría en “Tropero padre”, musicalizado por Matus.

El precoz sufrimiento marcó su vida y su poesía, y determinó el compromiso social en su adultez. “Su militancia –señala Paula– fue muy vital: en el convencimiento, en la crítica y en la autocrítica. Para él, tener una utopía de un futuro mejor, de un horizonte luminoso y glorioso para todos, era vivir muy bien acompañado. Esto promovía su alegría, el pensamiento y la discusión, y todo lo que entendía por sentirse vivo. Porque era un apasionado y todo lo hacía con pasión”.

La partida de Armando a España, a dos años del golpe de Estado de 1976, fue consecuencia directa de la prohibición de su obra, en el marco de uno de sus períodos más oscuros. “El exilio fue uno de los peores momentos de su vida. Él ya había vivido en carne propia dejar Mendoza; abandonar Argentina fue el colmo”.

“Era un hombre de grandes convicciones. En ningún momento hubo lamentos por lo que vivió junto a la familia. En todos había un convencimiento ideológico que hizo que se tolerara todo lo que la coherencia conllevaba: la angustia, los llantos… ”.

Todas las voces

“Subo desde el sur / hacia la entraña América y total, / pura raíz de un grito / destinado a crecer y a estallar” (“Canción con todos”, 1969).

¿Ocupa la poesía de Armando, en nuestros días, el lugar justo? Trasladamos la inquietud a su hija: “Hay muchos cantores, en todo el país, que interpretan obras de artistas populares, ya sea de Armando, Francia, Matus y Lima Quintana, como del Cuchi Leguizamón o Ariel Petrocelli. Desde mi punto de vista, ése es el lugar que merecen. Creo que cada artista que incorpora en su repertorio a un poeta y un músico está haciéndoles un homenaje. En este caso, están donde tienen que estar: en la voz del pueblo”.

“Tras su muerte, después de muchos años de dedicarme a recordarlo en aniversarios y actos, me di cuenta que su obra andaba sola, que excedía el control que yo podía tener de ella. Aunque yo no hiciera nada, iba a estar de todos modos en la voz de la gente”.

“Sería magnífico, además, reeditar sus libros y que estuvieran en las bibliotecas. La gente nos lo reclama. Sería otra manera de que la obra siga viva.”. Paula señala que hubo proyectos recientes para esto, que no prosperaron.

¿Y a la hora de elegir? “No podría destacar una poesía por sobre otra, o afirmar cuál es la de mayor trascendencia o la que generó un mayor legado. Sin dudas, la que terminó popularizándose a nivel continental y mundial es “Canción con todos”. Se interpreta en Japón, Suecia, Turquía, Finlandia... De todas maneras, pienso que su obra es un conjunto y que quizá lo mejor de Tejada no fue lo más conocido o lo que más difusión tuvo”.

“Creo que en sus últimos años tenía una conciencia bastante clara de la madurez a la que había llegado como artista: con cada vez menos recursos lograba redondear ideas más potentes. Siempre fue claro y contundente en su expresión, pero pienso que la mejor síntesis está en su obra final. Ojalá pudiéramos saber lo que hubiera venido después”.

El 11 de febrero de 1963 se dio a conocer el manifiesto del Nuevo Cancionero, hace casi medio siglo. Pero Paula renuncia a una visión estática del pasado: “Sabemos cuándo empezó y se extendió al continente, pero no es posible saber cuándo y dónde va a terminar. Y está bien que así sea, porque los cultores del Cancionero tienen un conocimiento profundo de la cultura popular tradicional y crean a partir de esto. Mientras esto continúe, no tendrá fin”.

“Es un movimiento, y está en movimiento; tiene hijos y vive en todo el país. Se ve en los grandes escenarios de los festivales del verano pero también es posible observar su vigencia en lugares no tan multitudinarios. Aquí en Mendoza, está representado por Orozco-Barrientos, que son quienes mejor lo hacen, o Sebastián Garay, entre otros”.

“Hay muchos jóvenes que han tomado el legado. Algunos, muy pocos, llegan a grandes audiencias, como Raly Barrionuevo o Bruno Arias, pero lo importante para mí es saber que quienes lo llevan en su corazón son muchos y están en todo el territorio de la patria. Con su obra, mi papá burló la muerte”.

recopilacion heribderto montiel